Vistas de página en total

miércoles, 30 de abril de 2014

3-

No puedo soportar el hecho de estar agobiándote, de olvidarme de ti. Sé que podría llegar a ser todo lo que necesitas, pero no me dejas.
El recuerdo de tu cuerpo creo que me está volviendo loco. 

Tengo que parar esto de algún modo. 

2-

Aún recuerdo la primera vez que te vi, de casualidad. Nadie me dijo que a los años acabaríamos así. Tú tan olvidada de todo, y yo tan recordándolo.
Cómo sin darme cuenta, empecé a besarte. Como mi mano subía y se deslizaba suavemente por tu pierna hasta tus perfectos pechos. No me daba cuenta, pero ya estábamos sin ropa. El deseo se apoderaba de mí. El sofá se nos quedaba corto, así que te empotré en la cama como un loco. Como si no quedara nada más, ninguna preocupación o problema. Sólo pensaba en el calor que emanaba tu piel al rozar la mía. Como me erizaba cada vez que me llevabas al orgasmo. Y es que tía, hacía tanto tiempo que no me había sentido tan bien, que también lo había olvidado.

La forma en la que me besabas, creo que podría decir que me dejaba sin aliento, paralizado. Acabé por preguntarme dónde habías estado todo este tiempo.

También me pregunté dónde había quedado toda esa inquietud por conocerme de la primera noche. Hay canciones que no puedo escuchar, me recuerdan a ti. Y me encanta. Aunque a veces acabo odiándolo.

Echo de menos follarte hasta la noche, daba igual el sitio o la forma. Todos y cada uno de tus lunares. De tus piercings. De verte tirada en la cama exhausta al acabar y de mirarte a la cara cuando estás a punto de explotar. De terminarnos los porros hasta la chusta. De mi brazo rodeándote mientras te acurrucas en mi pecho y me acaricias. De despertarme de madrugada y acariciarte. Podías erizarme sólo con el roce de las yemas de tus dedos.
Echo de menos besarte, hacerte el amor, rozarte el alma y llevarte hasta las nubes. Tus labios, el contoneo tu cuerpo y tu risa. La forma en la que desconectaba cuanto estaba contigo, o en la que anonadado me quedaba cuando me hablabas. El verte desnuda y el verte con mi camiseta por casa. 

Creo que mis sábanas aún siguen oliendo a ti. 



1-

Creía precipitarme al abismo y caer. Inmenso, insondable e incomprensible. Lugar en el que si me adentraba, dura e incluso intrincada iba a ser su salida. No sabía qué iba a hacer después de aquello. Y aquí esto. 7 años más tarde. Escribiéndote. 
Creía ahogarme al respirar y faltarme el aire cuando de madrugada me desperté. Una gran punzada en el corazón hizo que me sobresaltara esa noche. Como si una parte de mi se estuviera yendo y algo, o alguien, me estuviera avisando. Nunca antes tuve esta sensación, así que la dejé partir.
Pero un pensamiento constante me sumergió desde entonces. Ella. Percibía algo. Extraño. Como si de 'algo' malo se tratase. Hice caso omiso. No quería tener ese raciocinio. "Nada malo va a pasar, todo saldrá bien"-Me dije. Media vuelta y a intentar conciliar el sueño de nuevo.
El amanecer no puso mucho más de su parte para parecer otro día cualquiera. No más que un color gris procedente de un cielo nublado. Cerrado. Un olor a humedad que, aunque sea algo que me encanta, había algo en él que me inquietaba. Como si todo estuviera triste, apagado. Sin vida. Un día extraño. 
Transcurrió el tiempo, y el día. Hasta que tuve que enfrentarme a mis miedos, a la realidad. 
A la realidad de que ya no estabas. De que ya nada iba a ser como antes. De que todo lo que tenía hasta entonces, se desvanecía. Cómo de entre los dedos se deslizaba como la arena en la mar. Como si alguien le hubiera hecho justicia al tiempo y lo dejara marchar. Y yo, tan joven. Tan niña. Tan precoz. Tan inexperta. Tan inocente. Tan vital. Se fue. Se fue todo.
Una ráfaga de aire fresco noté acariciarme la mejilla y no pude evitar romperme. Fracturarme. Fraccionarme. Renderme. Como ruinas de Roma. 
Creí llorar mares. Dar vida a rincones y lugares más secos del planeta. Hasta que percaté mi última lágrima verter en mis labios. Última vez que me juré no llorar. No así. 
A mirar la vida con otra perspectiva. A disfrutar de la vida y de las pequeñas cosas que estaba por brindarme. A contar con las personas que me quieren, que me entienden y que darían la vida por mi. A seguir pensando las cosas dos veces. A aprender. A no arrepentirme jamás. A estar en las buenas, y en las malas aún más. A escuchar. A disfrutar. A reír. A vivir.
Nada podía hacer, ya no estaba en mi mano. No me arrepiento de nada. Y aunque suene desconcertante y a la vez desconsolador, me gusta escribir sobre ello. Siempre tengo cosas que tachar, retocar o añadir. Sobre todo después de tanto. Como ahora.
Cada caída me ha hecho rectificar y crecer. Se fue feliz. Querida. Arropada por todos los que la quieren. En el recuerdo perdura y en cada paso está presente.
Lo asumí, pasé página y aprendí de ello. 
Volví a nacer.