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miércoles, 30 de abril de 2014

1-

Creía precipitarme al abismo y caer. Inmenso, insondable e incomprensible. Lugar en el que si me adentraba, dura e incluso intrincada iba a ser su salida. No sabía qué iba a hacer después de aquello. Y aquí esto. 7 años más tarde. Escribiéndote. 
Creía ahogarme al respirar y faltarme el aire cuando de madrugada me desperté. Una gran punzada en el corazón hizo que me sobresaltara esa noche. Como si una parte de mi se estuviera yendo y algo, o alguien, me estuviera avisando. Nunca antes tuve esta sensación, así que la dejé partir.
Pero un pensamiento constante me sumergió desde entonces. Ella. Percibía algo. Extraño. Como si de 'algo' malo se tratase. Hice caso omiso. No quería tener ese raciocinio. "Nada malo va a pasar, todo saldrá bien"-Me dije. Media vuelta y a intentar conciliar el sueño de nuevo.
El amanecer no puso mucho más de su parte para parecer otro día cualquiera. No más que un color gris procedente de un cielo nublado. Cerrado. Un olor a humedad que, aunque sea algo que me encanta, había algo en él que me inquietaba. Como si todo estuviera triste, apagado. Sin vida. Un día extraño. 
Transcurrió el tiempo, y el día. Hasta que tuve que enfrentarme a mis miedos, a la realidad. 
A la realidad de que ya no estabas. De que ya nada iba a ser como antes. De que todo lo que tenía hasta entonces, se desvanecía. Cómo de entre los dedos se deslizaba como la arena en la mar. Como si alguien le hubiera hecho justicia al tiempo y lo dejara marchar. Y yo, tan joven. Tan niña. Tan precoz. Tan inexperta. Tan inocente. Tan vital. Se fue. Se fue todo.
Una ráfaga de aire fresco noté acariciarme la mejilla y no pude evitar romperme. Fracturarme. Fraccionarme. Renderme. Como ruinas de Roma. 
Creí llorar mares. Dar vida a rincones y lugares más secos del planeta. Hasta que percaté mi última lágrima verter en mis labios. Última vez que me juré no llorar. No así. 
A mirar la vida con otra perspectiva. A disfrutar de la vida y de las pequeñas cosas que estaba por brindarme. A contar con las personas que me quieren, que me entienden y que darían la vida por mi. A seguir pensando las cosas dos veces. A aprender. A no arrepentirme jamás. A estar en las buenas, y en las malas aún más. A escuchar. A disfrutar. A reír. A vivir.
Nada podía hacer, ya no estaba en mi mano. No me arrepiento de nada. Y aunque suene desconcertante y a la vez desconsolador, me gusta escribir sobre ello. Siempre tengo cosas que tachar, retocar o añadir. Sobre todo después de tanto. Como ahora.
Cada caída me ha hecho rectificar y crecer. Se fue feliz. Querida. Arropada por todos los que la quieren. En el recuerdo perdura y en cada paso está presente.
Lo asumí, pasé página y aprendí de ello. 
Volví a nacer.


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